Ya llevaba una semana durmiendo en la calle, solo y sin que nadie pudiera saber de él, vagaba por el centro de la ciudad, apenas tenía para vivir. Había decidido alejarse de su familia, su vida transcurría de fiesta en fiesta y de botella en botella. Lo único que tenía en sus bolsillo era una cajetilla de cigarros baratos y un pedazo de pan. Estaba dispuesto a pasar otra noche en aquella banca del centro, cuando vio pasar a una pareja, ocultándose entre unos arboles les salto de sorpresa amenazando a esta pareja, los despojo del bolso de ella y se fue corriendo a un callejón saco lo que encontró en el bolso. Unos cuantos pesos que le servirían para poder pagar un cuarto y un celular que vendería al día siguiente, camino unas cuadra, se dirigió a una vinatería compro el tequila mas barato y fue a un hostal donde entraban las prostitutas baratas del centro.
- Me da un cuarto - pregunto en recepción.
- Son 200 pesos la noche - respondió el señor que lo vio con desprecio
- Esta bien - saco de su bolsillo el dinero, el señor le dio la llave y le dio el numero del cuarto.
- No quiero desmadres - dijo el señor
Aquel joven se encamino a su cuarto, el olor de aquel hostal era insalubre. Entro a la habitación, una cama un pequeño taburete y un baño que parecía que jamás lo habían limpiado sería su hogar por esa noche. Abrió la botella y le dio un trago enorme que le escurrió por el cuello, mientras tragaba aquel vino que le raspaba la garganta, maldecía su vida, maldecía a su madre por tantas mentiras que le había ocultado, maldecía a su padre que jamás estuvo con él. Abrió el cajón del taburete, encontrando una biblia y una navaja. Él solo reía y tomo la navaja, la miraba y dando otro trago mas grande, no lo dudo, se quito las agujetas de sus tenis y se las amarro en sus muñecas, haciendo el primer corte vio como salpico la sangre el piso. Mientras veía como la sangre escurría de su mano se reía de que por fin acabaría su vida, así sin que nadie estuviera ahí presente, se imaginaba como sería para la persona que fuera a sacarlo del cuarto, encontrarlo tirado desangrado y no poder avisarle a nadie ya que no contaba con identificaciones. Cuando se corto la segunda mano el mareo por el alcohol y por la sangre que estaba perdiendo hicieron efecto. Comenzó a vomitar el piso, su cama, comenzó a convulsionarse pero aún no le importaba su vida, su familia, sus amigos, solo quería terminar con todo, olvidarse e irse sin que nadie supiera nada de él. bebiendo la última parte del tequila se dirigió a al baño desmayándose un momento en la regadera empezó a alucinar, lloró pero no desistía, su cuerpo ya estaba por rendirse, haciéndose en sus pantalones. Como pudo se levanto y subió al techo, sabía que ya no había regreso, manchando de sangre por donde pasaba se dispuso a aventarse, sabía que con la sangre que había perdido y la caída no sobreviviría. Puso ambos pies en la orilla, sintiendo el frío del viento que le pegaba en la cara, el alcohol corriendo por su cuerpo y sus venas con ya nada de sangre, se tiro al vacío...
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- Al fin despertaste - dijo un señor sentado a lado de él.
- ¿Dónde estoy? ¿Qué paso? - respondió aquel joven.
- Es lo de menos, lo que importa es que estas vivo o muerto, no sé que sea peor - contesto de nuevo aquel viejo - Estuvo pesada tu noche y no voy a cuestionar tus motivos, pero te tengo un trato... puedes regresar a tu vieja vida de robo, estafa y abandono o puedes dejarte guiar por mi y vengar tus motivos, regresaré en la tarde para que lo pienses - El joven apenas pudo voltear para verlo partir.
No podía volver completamente en si, el alcohol seguía dentro de su cuerpo pero el rayo del sol comenzaba a molestar, giro su rostro y se vio en la misma banca del centro, un policía malencarado lo levanto con su garrote.
- Levántate hijo de puta y ponte hacer cosas de provecho - exclamo el gordo uniformado
- Ya voy - cuando se incorporó todo el cuerpo le dolía, sus tenis sin agujetas y su pantalón roto decían que algo había ocurrido, como pudo llego a una zona donde se escondían durante el día los drogadictos, alcohólicos que mendigaban en el centro.
No podía recordar que había sucedido, cómo había llegado otra vez a aquella banca, quién era ese señor, por qué seguía vivo. Durante todo el día no dejaba de pensar y su cuerpo se lo recordaba a cada instante, como por instinto reviso sus bolsillo, saco sus cigarros y un billete de poco valor que le serviría para comer ese día. Así paso esas horas tratando de recordar que había pasado pero sin ningún resultado.
- Te ves horrible - dijo Vero, una señora de cincuenta y tantos que había venido de honduras para una vida mejor y lo mejor que le había pasado era seguir viva, desde los quince años se ha dedicado a vender su cuerpo por pocos pesos.
- Si lo sé y se siente peor - respondió él.
- Ven, duerme un poco - acomodándolo entre sus piernas, él volvió a dormir.
Cuando despertó ya comenzaba a oscurecer, mientras dormía Vero le había robado el dinero de su bolsillo y otro le había quitado sus tenis, ya no había porque molestarse solamente se acomodo su sudadera y regreso a la misma banca, viendo que ya no había casi nadie en la plaza, se sentó y espero durante mucho tiempo, no quería volverse a dormir y así sentado volvió a dormir.
- ¿Qué decidiste? - escucho entre sus sueños.
- Acepto - apenas podía oírse su voz.
- Despierta, no tengo todo el tiempo - se repetía en sus sueños.
- Acepto - reitero mas fuerte - Acepto - esta vez casi lo grita. El señor lo movió para que despertará, el joven por fin despertó y volteo a ver al señor que estaba de frente a él. Vestía con un traje de seda, chaleco y corbata, vio como sus zapatos relucían y como pudo soltó una pequeña sonrisa.
- Así esta bien, levántate y andemos que nos espera Raf - respondió aquél hombre.
Como pudo el joven se levanto y siguió los pasos del viejo, hasta llegar a un coche, donde un tipo esperaba con la puerta abierta para que entrará su jefe. Cuando se subió el hombre Raff le cerro la puerta y con unos excelentes modales le indicó al joven que él debía subir por el otro lado. Ya dentro del auto, el silencio se adueño del ambiente. El muchacho no levantaba la cara, solo comparaba sus tenis rotos con los zapatos del señor.
- A partir de este momento, te olvidarás de tu familia, de tus amigos, de tu vida pasada, no tendrás tu nombre con el cual te bautizaron, serás mi pupilo, te enseñaré modales, te educaré, te inculcaré todo lo que debe saber un hombre, serás mi alumno y no quiero que jamás me cuestiones, no tendrás decisión hasta que hayamos terminado y yo te diré cuando haya pasado eso - rompiendo el silencio el señor.
- Esta bien - contesto el muchacho.
- Raff mañana a primera hora lleva a este joven a comprar un guardaropa y a que le hagan un corte de cabello - Ordenando a su chofer.
- Como lo deseé señor - respondió Raff.
El muchacho no sabía cuando aparco Raff, abriéndoles las puerta para que bajaran, lo que si vio era la enorme casa a la que había llegado.
- Descansa, mañana empezamos - Se despidió el señor - Raff lleva al joven a su habitación - sonriendo a Raff y dando un pequeño golpecito en el hombre se despidió - Por cierto me llamo Luzbel y esta casa será uno de tus tantos hogares - Entrando a su casa y desapareciendo por una puerta.
- El señor nunca descansa, lo llevo a su habitación joven - señalando para donde debían ir.
Subieron unas escaleras, se encontraron con Tere una señora de entrada edad que le ofreció cenar al joven, Raff le respondió que en un momento le diría que cenaría que lo primero era instalarlo, así siguieron por el pasillo hasta que Raff le mostró su habitación, era mas grande que cualquier habitación a la que había entrado, una cama matrimonial, una pequeña sala, una televisión, fue lo primero que vio, Raff le explico que todo sería de él y que podía disponer de lo que quisiera, le enseñó los botones que servían para llamar a Tere si desea comer algo, a Lucia para que fuera a limpiar su habitación y el botón para llamarlo por si desea ir a algún lugar. Le enseño su guardaropa que no tenía ninguna prenda y su baño. Le dijo que mañana le enseñaría el resto de la casa, que por el momento se diera una ducha y en un momento Tere le subiría un vaso de leche y galletas para que cenara. Raff saco de un cajón una pijama para que pasará la noche, se disculpo por el color y con una sonrisa le reitero que mañana irían por su guardarropa.
- Lo dejo para que se relaje - con una pequeña inclinación de su rostro de retiro Raff
Ya solo se sentó en su nueva cama un momento, pensaba que estaba viviendo un sueño, veía la habitación y no creía que esto le estuviera sucediendo, se encamino al baño desvistiéndose, cuando se quito la sudadera, vio que sus muñecas tenían aún los cortes que se había hecho, el agua cayendo sobre su cuerpo le recordó los dolores, todo su cuerpo estaba con muestras de heridas, sus muñecas le dolían con delicadeza se limpio todo su cuerpo, viendo como el agua del piso mostraba cambiaba de color, como si jamás se hubiera limpiado, tardo mucho en limpiarse lo hacía con una diligencia que no dejaba parte de su cuerpo sin limpiar. Al salir se vio en el espejo, se le marcaban los huesos de hombros, sus piernas delgadas. Por primera vez se veía tal y como era, una persona demacrada, acabada casi con ventitres años. Si esta era una nueva oportunidad aprovecharía cada momento para no volver a ser el de hace días. Con dolor se puso su pijama, al salir vio sobre la mesa de la pequeña sala que tenía un vaso de leche y tres galletas, junto con una nota que decía "Y sin embargo estas aquí resucitando... Bienvenido"
Ya solo se sentó en su nueva cama un momento, pensaba que estaba viviendo un sueño, veía la habitación y no creía que esto le estuviera sucediendo, se encamino al baño desvistiéndose, cuando se quito la sudadera, vio que sus muñecas tenían aún los cortes que se había hecho, el agua cayendo sobre su cuerpo le recordó los dolores, todo su cuerpo estaba con muestras de heridas, sus muñecas le dolían con delicadeza se limpio todo su cuerpo, viendo como el agua del piso mostraba cambiaba de color, como si jamás se hubiera limpiado, tardo mucho en limpiarse lo hacía con una diligencia que no dejaba parte de su cuerpo sin limpiar. Al salir se vio en el espejo, se le marcaban los huesos de hombros, sus piernas delgadas. Por primera vez se veía tal y como era, una persona demacrada, acabada casi con ventitres años. Si esta era una nueva oportunidad aprovecharía cada momento para no volver a ser el de hace días. Con dolor se puso su pijama, al salir vio sobre la mesa de la pequeña sala que tenía un vaso de leche y tres galletas, junto con una nota que decía "Y sin embargo estas aquí resucitando... Bienvenido"
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